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Los Charrùas


Las distintas etnias indígenas en el Río de la Plata.
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Los charrúas fueron un conjunto de pueblos amerindios que habitaban en los territorios del actual Uruguay, de las actuales provincias argentinas de Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes y también en el Estado actualmente brasileño de Río Grande del Sur.Las lenguas charrúas son un grupo lingüístico único y separado de otras lenguas indígenas. Con los únicos grupos lingüísticos que tiene algunas características similares es con las lenguas del Chaco y con las lenguas macro-yê del Brasil.

Características

Al momento de la llegada de los españoles, los charrúas dentro del actual territorio uruguayo ocupaban el área al norte y al sur del Río Negro (o Hum) y se acercaban a la costa en el actual departamento de Rocha. En otras partes del territorio había otras tribus,1 como los
Chanáes, que habitaban en la confluencia del río Negro con el río Uruguay, las costas e islas de este último y las islas del Delta del Paraná en Argentina entre las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y hasta en la de Corrientes.
Minuanes, que ocupaban la costa de la actual Argentina sobre el río Uruguay al Norte de la desembocadura del Río Negro.
Yaros, que vivían en la costa oriental del río Uruguay entre los ríos Negro y San Salvador (actuales departamentos de Río Negro y Durazno de Uruguay) y en la zona del bajo Uruguay en la provincia de Entre Ríos en la República Argentina.
Bohanes, que se hallaban en los departamentos de Paysandú y Salto, aunque, algunos mapas jesuíticos los ubican en Entre Ríos.
Guenoas, que estaban en la zona de los departamentos de Tacuarembó, Treinta y Tres y Cerro Largo extendiéndose también por el el río Ibicuy, al sur del Brasil.
Arachanes, que ocupaban los departamentos de Maldonado, Lavalleja, Rocha, Cerro Largo y Treinta y Tres, así como gran parte de la zona sur de Río Grande del Sur en Brasil.
Posteriormente a la fundación de Montevideo, los charrúas se desplazaron hacia el Norte, absorbiendo a yaros, bohanes, guenoas, chanás y minuanes y quedando prácticamente confundidos con ellos, por lo que usualmente se les ha designado a todos estos grupos genéricamente como charrúas.
Existen diversas estimaciones sobre la población de charrúas y etnias relacionadas al momento de la llegada de los españoles. Las mismas varían entre 8.000 (5.000 en Uruguay) y 100.000 personas o más. Los guerreros indígenas que fallecieron en la primera Buenos Aires sumaban 23.000, mientras que los guerreros mocoretáes del Río de La Plata sumaban 18.000 hombres. En 1828, cuando Uruguay se independizó, la población indígena era de 30.000 personas y la de blancos de 70.000. Según algunos estudios históricos, ese número de indígenas y descendientes de éstos en el territorio uruguayo era superior al que había en la época de la conquista. Ello se debe a que el territorio recibió una importante inmigración de guaraníes que habían huido de las misiones jesuíticas destruidas y que se establecieron al norte del río Negro.

Leer todo el artìculo en Wikipedia

Màs informaciòn en La Escuela Digital sobre los indìgenas que habitaban el territorio uruguayo
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Los Charrúas del Uruguay, Su pasado, su destino y su reivindicación, podremos encontrar en
èsta Página de divulgación documental, ética y  científica, de noticias históricas relacionadas con los Charrúas. Sus valores y nuestra identidad. Ver en www.internet.com.uy

LOS CHARRÚAS Y SUS COSTUMBRES

Poco se conoce de las costumbres de los Charrúas antes del 1500 y como de costumbre tenemos que recurrir a crónicas de la época, muchas de ellas escritas según el interés de quien hacía el relato. Por eso se encuentran aspectos contradictorios sobre ellos, por ejemplo hay quienes dicen que eran amistosos, otros feroces, honestos o ladrones, sucios o aseados, etc. Lo que es evidente es que los Charrúas al no tener escritura no pudieron hablar de sí mismos, y quienes lo hicieron, en general, tenían o el interés de quedarse con sus tierras, sus mujeres y sus alimentos, o usarlos como fuerza combatiente según el caso, o por el lado religioso, cumplir con el mandato de convertirlos a la fe católica. Si los Charrúas no aceptaban estas imposiciones, entonces los juicios de valor sobre ellos serían desfavorables.

También es conocido entre los Charrúas que cuando los predicadores les decían que Dios conocía todo lo que hacían y pensaban los hombres, los indios les respondieron: “no nos gusta ese Dios que sabe todo lo que hacemos, mejor nos vamos a los montes para vivir tranquilos sin que nadie sepa lo que pensamos y hacemos”, y sonreían irónicamente.

En otra oportunidad un Charrúa ante la amenaza de que si no se convertía iría al fuego eterno después de su muerte, dicen que contestó que quizás fuera mejor, así estaría más cerca del calor y no del frío de la tierra que cubriría su cadáver.

Estas apreciaciones de los charrúas nos están indicando por un lado su lógica contundente ante las insinuaciones teñidas de irracionalidad de los sacerdotes, y por otro lado el sentido del humor y de la ironía expresada con cierta fineza, sin caer en la irrespetuosidad.

En 1842 una china, criada del estanciero Manuel Arias relataba que: ” Las mujeres se cortan los dedos cuando se muere el marido. De modo que son tantos los dedos cortados cuantos son los maridos que ha perdido. El luto de los parientes es atravesarse el cutis y ponerse plumas de avestruz en todo el cuerpo. Al día siguiente se van a gritar a una cuchilla y arrancarse las plumas de avestruz”.

Vivienda Charrúa
 Es dable apreciar que los Charrúas tenían un sentido de su realidad que no era fácil cambiar por un sistema de fe que no podían entender, y que poseían la inteligencia y el sentido del humor suficiente como para dar ese tipo de contestaciones.

CARACTERÍSTICAS DE LA VIVIENDA CHARRÚA

Antes de la colonización los Charrúas ubicaban su vivienda cerca de ríos y arroyos y en lugares que les asegurara una abundante alimentación natural.

 En general la vivienda consistía en una estructura simple de 4 palos clavados en la tierra sobre los cuales colocaban travesaños horizontales. A los costados ataban esteras de juncos o totoras para protegerse del viento, y en épocas de frío y lluvia agregaban otras para formar un techo más bien plano.

 Eran fáciles de armar y trasladar, dado que no tenían “paradero fijo”, como dice uno de los descendientes que conozco y que ha vivido como Charrúa, y recuerda la tradición de sus abuelos lejanos. Cuando escaseaba la alimentación se mudaban a otro lugar más adecuado, por eso que la vivienda estaba de acuerdo a su tipo de vida trashumante.

Ya a partir del siglo XVIII, y con el aporte del ganado vacuno y caballar aparecieron las llamadas tolderías, en que se remplazaba las esteras por cueros, pero siempre mantuvieron alguna parte de su vivienda compuesta por juncos.

 Con ramas arqueadas y cubiertas con cueros de buen tamaño, construían techos de toldos como bóvedas, alargados o redondeados. Ver láminas.

 Dormían siempre sobre la espalda, como casi todos los indios y en la toldería no habían bancos ni mesas, y prácticamente ningún mueble.

El grupo de Charrúas que vivían con el cacique Sepé, en 1857, cerca de Tacuarembó, había establecido una toldería al estilo primitivo de los Charrúas: con sus ranchitos de rama arqueada como toldos de carreta, la correspondiente zanjita alrededor, hecha a cuchillo para que corriera el agua, y su lecho de hojas o pajas que renovaban cuando estaban húmedos.

UTENSILIOS

Los utensilios que usaban eran pocos y sencillos: armas para la cacería, y armas de guerra y pequeñas piezas de cerámica propias de los pueblos que son cazadores y recolectores nómadas.

 En la época prehispánica tenían cuchillos de piedra, arcos y flechas, azagayas (lanzas pequeñas o dardos arrojadizos), rompecabezas ( que eran piedras con puntas talladas que sobresalían algo más de dos centímetros de su forma esférica, y que iban atadas a una rama o tira de cuero de unos 40cm de largo para su manejo). Los arcos de los Charrúas eran simples, que fueron disminuyendo de tamaño con el paso del tiempo.

La honda fue utilizada en la caza y como arma agresiva en la lucha, manejándola con gran destreza, arrojando piedras que podían matar un pájaro en vuelo y derribar animales corpulentos. Esta arma fue utilizada hasta 1830 aproximadamente, según la versión del sargento mayor Benito Silva que convivió con ellos: ” perseguidos unos 60 Charrúas por 300 brasileros en las costas del Mataojo, empezaron a dispararles piedras con las hondas, y fueron estas tan bien dirigidas que los brasileros fueron corridos y dejaron toda la caballería a los Charrúas a los cuales se la habían tomado. Por eso todo Charrúa lleva generalmente 6 o 7 hondas colgando en el pecho. Están hechas con hilos con que fabrican los quillapis (ponchitos) . Por un extremo termina en un nudo que sirve para asegurarla en la mano, y por el otro remata en un asa de tres ramales, en donde se pone la piedra”. La honda fue un a arma de poco bulto, liviana y certera.

 Otra de sus armas arrojadizas eral las boleadoras, empleada en la caza y en la guerra en sus dos tipos: de dos o tres bolas.

Hechas de piedras duras y de grano fino, para obtener un buen pulido, sus diámetros y sus formas variadas, de 4 a 8 cm, ovoides, redondas, elipsoides, apuntadas, acilindradas, con forma de peras. Les tallaban un surco circundante o doble ranura para ceñirles un tiento retorcido de un metro o un metro y medio.

En la de dos bolas, las piedras eran similares, pero cuando eran de tres, una de ellas era más chica, las unían radicalmente, las dos grandes con ramales de igual longitud y la chica con un ramal más largo, servía de manija.

 La bola perdida, también conocida como ” bola pampa o Charrúa” tenía afinidad con la boleadora, consistía en una bola sujeta a un solo ramal. Algunos cronistas han considerado a la bola perdida como un arma de mucha precisión y que llegaban a arrojarla a 100 mts, pero cayó en desuso al ser sustituida por la honda.

 Azara ha dejado una espléndida descripción de las boleadoras y de su manejo: ” Las hay de dos clases: la primera compuesta de tres piedras redondas, gruesas como un puño, recubiertas de piel de vaca o caballo y amarradas a un centro común con cuerdas de cuero del grueso de un dedo y tres pies de largo. Cogen con la mano la más pequeña de las tres, y después de haber hecho dar vueltas con violencia a las otras por encima de la cabeza, las lanzan hasta la distancia de 50 pasos, y se enredan de tal modo alrededor de las piernas, el cuello o el cuerpo de un animal u hombre que es imposible escaparse.

 La otra clase de bola se reduce a una sola piedra y la llaman bola perdida. Es del mismo grueso que las otras, y unida a una correa que cogen por el extremo para hacer dar vueltas a la bola como una honda, y cuando la suelta da un golpe terrible a cien pasos o más lejos porque la lanzan cuando el caballo corre a rienda suelta. Si el objeto está cerca, dan el golpe sin soltar la bola.”

” Al tiempo de la conquista ( escribe el P. Lozano), que no sabían manejar el caballo, eran tan sueltos y ligeros en la carrera, que daban el alcance a los ligeros gamos; ni le hacían ventaja los avestruces, para cuya caza usaban las bolas de piedra, no sólo para enredarlos y detenerlos, arrojándoselas atadas en una cuerda a los pies, sino para herirlos en la cabeza, en que eran tan certeros, que poniéndose a competente distancia no erraban tiro; y la misma destreza tenían en la flecha, haciendo certísima puntería a 100 pasos de distancia. Hoy son menos ágiles en la carrera, pero muy diestro en el manejo de los caballos, que abundan en su país”.

 Poseían una incipiente alfarería, que con barro amasado y secado al sol, hacían sus recipientes tanto para cocinar o para beber (vasos). Los Charrúas utilizaban en la fabricación de sus vasijas, tierras negras y arcillosas de las barrancas, y el limo finísimo de los ríos, a éstos mezclaban en proporcion calculada arena cuarzosa, para que la mezcla adquiriera dureza. Aún se encuentran esporádicamente restos de las mismas. Con el contacto con el blanco se introdujeron nuevos elementos deshechándose la alfarería primitiva.

INDUMENTARIA

Cuando llegan los colonizadores se les encontraban desnudos en el verano, en los tiempos fríos se vestían con una especie de poncho que armaban con pieles de animales silvestres o salvajes, principalmente de venados, prenda que fué llamada Quillapì o Kiyapí, voz que en guaraní significa cuero de nutria. López de Sousa dice haberlos visto desnudos pero adornados con penachos y pintados con variados colores. A los Chaná-beguáes cubiertos de pieles y algunos con adornos nasales de cobre. Un soldado alemán, Ulrico Schimdl dijo que cuando llega Pedro de Mendoza, los hombres estaban desnudos, y las mujeres cubiertas desde el ombligo hasta las rodillas, con un trapo que él supuso que era de algodón. Otro observador (hacia el 1658), que se llamaba Acarette du Biscay, dice que vestían un Quillapí desde el cuello hasta los talones, y se calzaban con un pedazo de cuero bajo los pies, atados con tiras a los tobillos. Las mujeres con la cintura cubierta (como se dijo) y también la cabeza con juncos de variados colores, semejantes a un sombrerito.

Por último, volviendo a los Charrúas que habitaban cerca de Tacuarembó en 1857, ( en la estancia de Nadal Paz, ó Paz Nadal), ya usaban ropa de bayeta u otra tela ordinaria, como un pollerín, que llegaba hasta la mitad del muslo a los hombres y hasta la rodilla a las mujeres. Se contentaban con ese abrigo, y si les ofrecían más, lo rechazaban.

El atuendo de los Minuanes, ( primos hermanos de los Charrúas),en 1764, según Pernetty, también era formado por un quillapí que colocaban sobre el hombro derecho o sobre el izquierdo, con el pelo hacia afuera o hacia adentro, según el estado del tiempo. La parte del cuero pelado tenía pintado cuadrados, rombos, o triángulos, de colores rojo o azul.

 En 1787, se les vió a los Minuanes con una camisa, unos calzones de estopa, y un poncho que les había sido regalado a un Cacique, y su mujer, también vestía un poncho de lienzo de los que se tejían en las Misiones Jesuíticas, una camisa ancha, y calzones de lienzo grueso, el pelo suelto y caido por la cara y una gargantilla al cuello.

Otros indios traían un cuero de venado sobre sus espaldas, un taparrabo de lienzo y un poncho de algodón, también confeccionado en las Misiones.

En general no hubo grandes diferencias entre la vestimenta de los Charrúas o los Minuanes.

En cuanto a los adornos, López de Sousa menciona (en 1531), que algunos de los Chaná-beguaes se horadaban las narices y se introducían en esos orificios ” pedazos de cobre muy brillantes”. El Gral Antonio Díaz no vió ningún Charrúa con “barbote” ( a diferencia de otros grupos étnicos Charrúas que si lo tenían), que se lo colocaban debajo del labio inferior, cerca de la mitad del mentón; tampoco se ha encontrado ninguna prueba documental de que este adorno lo usaran los Charrúas que habitaban la Banda Oriental.

 Hombres y mujeres Charrúas usaban generalmente un vincha blanca (Benito Silva, 1825). Las mujeres completaban el atuendo con collares de cuentas o de valvas de moluscos de agua dulce y con zarcillos hechos con pedazos de plata o con cuentas unidas por un hilo. También llevaban plumas de ñandú en la cabeza.

Según Acevedo Díaz: …”la vincha y las plumas las usaban atadas con un tiento, con el que se ataban el cabello, siendo las plumas de garzas o de avestruz”.

Cuando las mujeres llegaban a la pubertad y tenían la primer menstruaciación se les pintaba en la frente tres rayas azules que caían verticalmente desde el nacimiento del pelo hasta el nacimiento de la nariz y les trazaban otras dos que les cruzaban las mejillas, transversalmente hacia ambos lados de la nariz. Esa costumbre fué abandonada en los últimos tiempos, lo mismo que los tatuajes corporales.

 Sobre su higiene, a pesar de opiniones de Pernetty, de Azara, etc,sobre que nunca se lavaban y sus cuerpos despedian un olor desagradable, se acepta que solían bañarse y con mucha frecuencia en verano, tomándolo como un ejercicio placentero.( Es evidente que traían la costumbre de sus ancestros que vivían al lado del mar, eran pescadores y habilísimos nadadores, es muy probable entonces que sintieran la necesidad de tomar contacto con el agua frecuentemente).

CREENCIAS
SU DIOS ERA LA LUNA “ZOBA” O “GHIDAI”

 No tenían una religión semejante al Cristianismo, centrada en un Ser supremo, creador del universo, pero aunque algunos cronistas de la época informaron que no tenían religión, sus ceremoniales fúnebres revelan que tenían creencias del más allá, aunque de éstas es muy poco lo que se ha sabido.

Es de hacer notar que tanto a sus muertos como a sus perros cimarrones , los enterraban en tumbas en las cimas de los cerros, en los “bichaderos”, los que a veces fueron considerados erróneamente solo como lugares de vigilancia del enemigo.

Los enterramientos eran de poca profundidad, cubriendo el cuerpo con tierra, ramas, o piedras. Muchas veces ponían las boleadoras encima clavando la lanza del fallecido a un lado de la sepultura, y del otro lado dejaban el caballo atado a una estaca, porque suponían que el difunto emprendería un viaje, aunque sin explicitar a donde.

Había un rito funerario consistente en encerrarse en un lugar cercado por piedras (que también se le denominó “Bichadero”); allí se infligían heridas en su cuerpo y pasaban sin alimentarse hasta que aparecía en su mente algún ser viviente al cual invocaban como a un ángel de la guarda.

Se han localizado varios bichaderos en los cerros, por ejemplo el Itapabó, El Pentágono, Bugres, De las Ánimas, Tupambay, Sopas, Tangurapá, etc.,.

 Lo cierto que sufrían bastante y lloraban mucho al muerto, siendo a veces su duelo bastante cruel. En las primeras épocas, si el muerto era un adulto, las hijas, hermanas y esposas, podían llegar a cortarse alguna de las falanges de los dedos, comenzando por el meñique, y siguiendo con otros dedos si continuaban muriendo sus familiares. A veces pasaban dos lunas encerrados en sus chozas o tolderías, donde no hacían más que llorar y tomar muy poco alimento. También a veces se clavaban el cuchillo o la lanza del difunto atravesándose los brazos,los costados del cuerpo, etc.

En cambio los maridos no hacían duelo por la muerte de su mujer, ni el padre por la de sus hijos, pero sí por la de sus padres varones, ocasión en que se ocultan dos días completamente desnudos sin alimentarse, más que con carne o huevos de perdiz. Después por la noche le piden a otro indio que le atraviesen el brazo con un pedazo de caña, de modo que los extremos salen por los dos lados, a veces en varias partes desde el puño hasta el hombro. Con este aspecto salía el que estaba de duelo yéndose solo y desnudo a cualqueir parte sin temer a ningún animal feroz. Lleva en su mano un palo con punta de hierro , con el que hace un hoyo donde se mete hasta la altura del pecho, pasando una noche dentro del mismo. Al otro día se quita las cañas y vuelve a una especie de cabaña para esos ritos, donde por diez o doce días apenas bebe y come (agua y algunos huevos de perdices). Estos alimentos los dejan a su alcance los niños y se retiran corriendo sin decir una palabra. Al cabo, el deudo se va a reunir con los demás de la tribu. Si bien nadie está obligado a realizar estas ceremonias dolorosas, la mayoría las lleva a cabo, porque piensa que podría ser considerado como débil si no lo hiciera, en el concepto de los demás, aunque nadie le recrimina si no lo hace.

Con relación a la parcialidad de los Minuanes, Azara informa que el duelo de los hombres es como el de los Charrúas, pero más corto, y en lugar de clavarse cañas, se atraviesan gruesas espinas de pescado en piernas, muslos, y antebrazo.

 Con el tiempo se fueron suavizando estos ceremoniales, principalmente el de cortarse las falanges, ya que les perjudicaba su carencia principalmente en tiempos de guerra.

 La medicina de los curanderos, brujos o chamanes, según Azara, consistía en tres operaciones: 1- Un remedio general era chupar con mucha fuerza el estómago del paciente para extraer el mal, a veces el curandero se colocaba espinas o gusanos bajo la lengua para hacer creer al enfermo que las extraía de su cuerpo, y así curaba su enfermedad, 2- Otro era la aplicación de ceniza caliente directamente al cuerpo del enfermo, 3- La frotación, después de engrasarle el cuerpo, con gran fuerza con un pedazo de cuero por el lado del pelo.

ENTRETENIMIENTOS

El Gral. Díaz, que frecuentó a los Charrúas en su campamento del arroyo Arias, dice que: “aunque de índole feroz, eran por lo común de genio alegre y estaban contínuamente riéndose”. El P. Larrañaga dice que las mujeres minuanas tienen ” su semblante triste al contrario de los hombres que me parecieron muy joviales”.

 De sus maanifestaciones musicales y cánticos hay muy poco para decir, según Centenera, para animar el combate empleaban trompas, bocinas y tambores. Las trompas y bocinas podían haber procedido de grandes caparazones de caracol marino, y los tambores de troncos livianos y ahuecados, golpeados con bastones de madera.

De los cánticos hay una versión, de Díaz y Silva, que dice que cuando se acercaba el enemigo hacían una llamada con una guampa y daban vueltas en hilera unos detrás de otros, mientras las mujeres se ponían a gritar ( o cantar) de un modo tan lúgubre que hacía enternecer.

 Ha quedado registrado algunas pantomimas de los Charrúas en 1784, donde imitaron un combate con los Guaycurúes, burlándose de ellos, Azara lo describió: ” iban montados en pelo solo vestidos con un pequeño taparrabo, el pelo suelto, laa cara pintada de blanco, armados con lanzas o flechas cortas, cuyas plumas sobresalían formando un arco de varios colores y apaariencia verdaderamente hermosa. Su figura y talla arrogante y bella, sin comparación mejor que la de los Guaraníes (…) Aquí vi todo lo que es capaz de hacer un hombre a caballo en pelo y con un gran lanzón. Disparaban los caballos a la furia, los sentaban derepente y revolvían con agilidad indecible; en lo más violento de la carrera saltaban en tierra, y otra vez a caballo con la ligereza de un halcón, apoyándose en la lanza; a veces se echaban a un lado ocultándose de tal forma tras el cuello y cuerpo del caballo, que parecía que este corría solo”.

Por el año 1830, en Montevideo, los Charrúas intervenían en cabalgatas o caballadas con características teatrales similares.

 Sus diversiones juveniles comprendían las prácticas de cacerías, la simulación de esgrima con mazas, tiros de honda, de boleadoras, de flechas, y el manejo de lanza a pie y a caballo. Todas las prácticas citadas anteriormente los preparaban para la caza y la guerra.

A medida que se aculturaban incorporaron los juegos de los blancos y criollos, como el juego del pato, las carreras a caballo, el tiro de boleadora (en el cual ganaban siempre, y consistía en arrojar una boleadora de dos ramales para enredarla en una estaca a unos treinta pasos), el juego de naipes, y el Pero que jugaban con una canilla de vaca.

 LA NAVEGACIÓN

 Las primeras crónicas los consideraros exelentes canoeros, aunque probablemente los confundieran con los Chaná-beguas , que vivían en el paraje del Arroyo Solís y en el Delta entrerriano. Hay distintas versiones en cuanto si los Charrúas fueron o no canoeros, pero si lo hubieran sido sería como resultado de acercamiento e intercambios posiblemente con los guaraníes, porque no hay ninguna evidencia de que hayan construido embarcaciones, ya que nuestra flora no cuenta con árboles de suficiente espesor a tales efectos.

 Por lo tanto deberíamos concluir que los Charrúas vivieron siempre como nómades, recolectores, cazadores y pescadores, y solo una de sus parcialidades, los Chanaes, fueron expertos en la navegación.

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Cultura material de los Charrúas

¿Cómo se organizaban?

¿Qué significa ser nómadas?

¿Qué espacio ocupaban?

Tecnología lítica y cerámica

Fuentes consultadas

Espero que les sirva este material.
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Bibliobesos
Maestra Silvana Pérez Giró encargada de la Biblioteca "Luisa Otaegui"















1 comentario:

  1. Estoy escribiendo desde Miami Florida, Estados Unidos. Muy bueno el blog y la historia de los charrúas me gustó mucho. Soy Kathy, tengo 10 años. Gracias

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